Liber amoris
Hazlitt, que nunca hizo las cosas a medias, abordó el amor con la misma pasión que el arte y la literatura, llevándose al borde del agotamiento nervioso y mental con su obsesión por una tal Sarah Walker, la improbable inspiración del Liber Amoris.
La más honesta de las confesiones literarias, con su singular falta de vanidad, el Liber Amoris es el estudio de una mente altamente intelectual perjudicada por un amor irremediable y no correspondido, una obsesión tan absoluta que la razón y el intelecto no eran armas contra la manía, una mente elevada que no ofrecía inmunidad a las vulgaridades de las ansias emocionales y los celos.
Eternamente inflexible en sus escritos y en su vida, Hazlitt no tenía ningún interés en cortejar a la opinión pública, por lo que Liber Amoris, cuando se publicó, dio a sus críticos y enemigos todas las herramientas que necesitaban para destruir su reputación. Pero Hazlitt poseía autosuficiencia en abundancia y en su ensayo “Mi primer contacto con los poetas” comentó:
“Así he holgazaneado mi vida, leyendo libros, mirando cuadros, yendo a obras de teatro, oyendo, pensando y escribiendo sobre lo que más me gustaba. Sólo he querido una cosa que me hiciera feliz; pero queriendo eso, lo he querido todo”.
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