Los poemas de Guajardo son muy sorprendentes, no porque sean populares, no porque hayan sido elaborados por un campesino, sino por la prescindente objetividad de su lenguaje, que no intenta ser poético sino que discurre con la naturalidad de una conversación indeterminada. No se me ocurriría leer los poemas de Guajardo “en su contexto”, como no se me ocurriría leer de esa manera a poeta alguno, sea de Nueva York o de Timbuktú. Me da la impresión de que cuando se produce la poesía en un texto el efecto es más o menos el mismo donde quiera que estemos en el tiempo o en el espacio. O bien, que la poesía se deja entender a pesar de los obstáculos de los distintos idiomas, de los países lejanos, de las costumbres inextricables.
Pero los poemas de Guajardo han sido escritos aquí mismo, demasiado cerca, por lo cual tendrían que resultarnos especialmente reconocibles. Por lo demás nadie necesita contextualizaciones para apreciar cosas como esta: “En Maule soy Escobar / en Talca soy Cheverría / en Curicó soy García / y en Teno soy Sandoval. / En Chimbarongo Aguilar / y en San Fernando soy Vega / en Los Barriales Villega / y en Ringolemo Negrete / en Llimahue Navarrete / y en Pelequén soy Venegas”
Roberto Merino.
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