Una vida ordenada, profesionalmente satisfactoria, familia, amigos, rutina sin sobresaltos. Pedir más habría sido poco agradecido; además, pedir más habría significado pedir problemas. En el fondo, yo tampoco pedía más. Tengo horror de los problemas. Quiero vivir tranquilo. Si no había tenido aventuras era porque había evitado toda ocasión de que me sucedieran. Pero sabía lo que era una aventura; aunque no cultivé la imaginación, ni soy de cuentos o fantasías, no me absorbía tanto la vida cotidiana como para no poder concebir otra cosa. De ahí, una cierta nostalgia, sin forma definida. Llegué a preguntarme si acaso no me estarían pasando hechos portentosos, y no los veía por estar demasiado cerca, por falta de perspectiva. Quizás dentro de muchos años, cuando mirara atrás, vería que me habían pasado cosas asombrosas…
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