Figuras anómalas de la literatura
Es este un libro que se lee –se hace leer– sugiriendo a cada paso una inquisitiva, o dos, o tres: no tanto ¿qué es la lectura, el leer?, sino ¿qué tipo de actividad es esta, si es una actividad y de qué modo? ¿Qué hace leer? ¿Qué hago yo cuando leo? Y también, segunda inquisitiva: suponiendo que el libro es un objeto privilegiado de la lectura, ¿qué clase de cosa es un libro?, es decir, ¿cómo estamos acostumbrados a comportarnos respecto de un libro y por qué, qué va supuesto en ese comportamiento, en esa relación? ¿Qué se hace con un libro, cuando se lo lee? ¿Qué hace un libro con nosotras, nosotros, y con esa otra, ese otro, que no se ampara en ese nos? En fin, la tercera, ¿qué se juega cuando se lee literatura?, ¿es juego la literatura, o va en serio?, ¿qué puede y no puede hacer la seriedad filosófica con la literatura y a qué llamamos así a propósito de ese poder y no poder? Y, como addendum: ¿qué le hace la literatura a la filosofía?
Estas preguntas vienen inducidas por el título y por una palabra del título: Figuras anómalas de la lectura. Anómalas. Anómalo es algo irregular, desigual (es la acepción del griego anómalos, an-omalós), anormal, extraño. Este libro nos acerca a escrituras y lecturas que trastornan los modos en que se estaba acostumbrado a leer de principio a fin, es decir, asumiendo que hay algo así como un principio y algo así como un fin. Y un medio. La concepción del discurso como un viviente (hósper zóon) en que convergen Platón (Fedro) y Aristóteles (Poética) ha ejercido poderosa autoridad en esto. Y lo ha hecho, probablemente, porque le habla al animal que tiene discurso. Entonces, en lo que ocupa a este libro se trata de otro animal, no uno de costumbres, que le permiten igualarse a sí mismo y así tenerse y mantenerse en regla, sino uno anómalo, un anómal. –Pablo Oyarzún R.
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