Juana Bignozzi en el centro de la noche. Un retrato de la poeta argentina
“La literatura se hace con colores / los poemas con palabras / y la música de una vida / con la luz de los testigos”, escribió Juana Bignozzi. Para reconstruir esa música, Vanina Colagiovanni enciende aquella luz y va en busca, en este retrato que hace de la poeta argentina, de muchos testigos más, sin por ello perder de vista lo que según John Berger siempre encontraremos en el corazón de cualquier retrato vivo: el registro de una sorpresa absoluta rodeada de una gran intimidad.
Macarena García Moggia
Juana es alguien imponente que parece haberse bajado de un retrato con la certeza de ser una Médici o una Sforza, para amenazar con sus ojos verdes que, ante las imposturas renovadas de una ciudad que ve de vez en cuando, pueden pasar sin un respiro de la crueldad y la malicia al desasosiego y la compasión. Esa Juana es capaz de entibiar el bandoneón de Julio Pane con una orden muda. Yo fui testigo. Pane tocaba en el restaurante Miramar como quien lo hace en el interior de un freezer, aunque con un virtuosismo indudable, y bastó que Juana dictaminara “Los mareados” para que se encendieran, recién pasadas las doce, el bandoneón de Pane y el fuego de la noche.
María Moreno
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