«Durante ciertas noches de otoño, sobre todo aquellas en las que el asma o, más bien, los efectos secundarios producidos por los medicamentos para atenuarla, me dejan en un estado que no podría calificar como de dormido o despierto, pasan por mi cabeza una serie de escenas y pensamientos que la mayoría de las veces llegan a límites difíciles de describir. Creo que algo semejante les sucede a la mayor parte de las personas. A muchas las he oído quejarse de circunstancias similares. Esas situaciones incluso las deben experimentar algunos animales en la soledad de sus gallineros, establos o caballerizas. A mí me consta que les acontece a los perros que acostumbran dormir en mi habitación».
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