El corazón de las tinieblas
“Una voz. Él apenas era más que una voz. Y lo oí, eso, la voz, su voz, otras voces (todos ellos eran poco más que voces), y la memoria de aquel tiempo flota a mi alrededor, impalpable, como la moribunda vibración de un parloteo inmenso, estúpido, atroz, sórdido, salvaje o simplemente mezquino, sin ninguna clase de sentido”.
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