Schadenfreude es una de esas palabras intraducibles de la lengua alemana y refiere el placer que se halla en el dolor y los fracasos de los demás. Es un sentimiento que nos parece demasiado familiar. Ha dejado perplejos a filósofos y psicólogos durante siglos, y en una época de política polarizada es urgente y relevante. Estudios recientes han demostrado que sonreímos más ante la derrota de un rival que ante nuestro propio éxito. Pero ¿por qué puede ser tan divertido presenciar la angustia de otra persona? ¿Y qué deberíamos hacer al respecto?
En su libro El placer de la desgracia ajena (Schadenfreude), la historiadora de las emociones Tiffany Watt Smith despliega su gran erudición, capacidad crítica y agudo sentido del humor. Desde Nietzsche hasta Homero Simpson, pasando por las últimas investigaciones científicas y recopilando algunas confesiones escandalosas en el camino, revela cómo todos, bebés, monjas y
tus amigos más confiables, disfrutan con tus desgracias. Pero en lugar de una falla emocional, argumenta, Schadenfreude puede revelar verdades profundas sobre nuestras relaciones con los demás y el sentido de quiénes somos.
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