En la noche de filtraciones nadie dijo que amamos se alinea con la literatura de iniciación a partir de quiebres: relaciones familiares, de amistad o de amores juveniles son sometidas al ejercicio del recuerdo situado, enmarañándose en un sentido de urbanidad rural que constituye su propio universo de referencias y de crecimiento. El hablante se para en el poema como si fueran recados de despedida de un tiempo pasado, pero nada es seguro: la imposibilidad de comunicar lo que perdemos en la distancia lleva a la búsqueda incansable de articular nuestra memoria. Ahí es donde este libro se fractura y hace frente a la calidad efímera de lo que nos rodea: «cada vez que intento decirte esto / algo se desvía». La duda aparece y moviliza los materiales de la infancia. Los rasmillones del juego, los buses, los terminales, esos viajes del verano que pasan lentos y parecieran tener su propio brillo se trenzan y aparecen al igual que esa imagen insistente de la nieve a punto de derretirse. «(quiero hablarte de lo caduco)» dice Mauro Lucero, «y eso me incluye».
Francisco Cardemil Pérez