«Es el año 1791 y Olympe de Gouges levanta su frente, su rostro polvoriento bajo una esponjosa peluca blanca. Levanta los ojos oscuros al cielo. Levanta asimismo la pluma entintada para impugnar, por escrito, a quienes considera sus pares en la insurrección. De Gouges —así firmará sus muchas obras Marie Gouze, tergiversando el apellido, añadiendo la partícula aristócrata y las mayúsculas en cada letra, como si su firma fuera un grito o un lema de pancarta—; de Gouges, repito, está urdiendo un texto incendiario»
Lina Meruane
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