Escritos Políticos

Gabriela Mistral no es solo la autora de una obra poética fundamental y trascendente en la literatura chilena e iberoamericana del siglo xx, con proyección al xxi, sino que a la par, también, una mujer-ciudadana en su tiempo y ahora y en porvenir. Se diría conciencia viva de una época que resume en sus recados y ensayos el ritmo vital de Chile, la faena de una América y la visión del mundo. Durante su vida no estará ajena a los acontecimientos políticos, sociales, educacionales, mujeriles, agrarios, indigenistas e ideológicos que le tocó vivir tanto en sus años de permanencia en Chile como en los otros muchos de su errancia por el mundo. Tales sucesos no la iban a dejar indiferente, estuviera donde estuviera: en Santiago de Chile, en Ciudad de México, en Niza, en París, en Lisboa, en Nueva York. Así nacerán sus lacerantes, elocuentes e indesmentibles artículos (casi ensayos de pasión y de verdad) que testimonian ese hablar por su voz a las muchas mujeres de su pueblo. De la hondura y belleza de artículos, recados y ensayos que forman este libro político —político en el desvivir y en el hacer la historia crítica y ciudadana de una época— surge, sin leyenda alguna, una insufrible demócrata llamada Gabriela Mistral. Hija de la democracia chilena, la única —la democracia y ella— en su honra y en su verdad.

Gabriela Mistral, poeta y maestra, nació en Vicuña (valle de Elqui, Chile) en 1889. Desde muy temprano recorre el territorio patrio en labores educacionales. “La maestra rural que soy”, se define fervorosamente a sí misma. Luego se irá por otros países y continentes a contribuir en programas educativos, culturales y consulares (España, Portugal, Brasil, México, Italia, Estados Unidos). Su obra poética (Desolación, 1922; Ternura, 1924; Tala, 1938; Lagar, 1954; Poema de Chile, 1967) conlleva una profunda valoración de sus lugares natales y de las riquezas vivas de los pueblos americanos. Así sea también su sorprendente y asombrosa prosa, llamada Recados. En 1945 recibió el Premio Nobel de Literatura “por una poesía lírica inspirada en poderosas emociones”. Falleció en Nueva York el 10 de enero de 1957. Sus restos descansan en su amada aldea de Montegrande, valle de Elqui.