Estudios de lo salvaje

Barbara Baynton (1857-1929), como los protagonistas de su obra, sobre todo las mujeres, no tuvo una juventud fácil, así que, en su lucha por sobrevivir socialmente, cambia y falsea datos de su biografía, cosa que le permite acceder a un segundo «buen matrimonio», y a empezar a publicar sus relatos en The Bulletin, de Sidney.

Esta antología (seis de sus relatos, de hecho) se publicó por primera vez en 1902 en Londres por Gerald Duckworth and Company, después de ser rechazada por varios editores australianos, muy poco complacidos con la descripción nada amable que hace la autora sobre la vida en el interior del país No hay en sus relatos una pizca de «orgullo nacional» ni esa exaltación de la naturaleza ni de los «hombres libres» a la búsqueda de aventuras, de forjarse un destino en las antípodas del mundo tan habitual en los relatos de esa época.

Baynton, una pionera de la literatura australiana nos muestra el interior de Australia (bush) como un mundo «nuevo», oscuro, casi macabro. Un corazón en tinieblas, diría… No hay verdes vivificantes, no hay un rayo de sol que despierte en paz, las aguas que corren son pozos insondables donde anida el terror, la mayoría de personas que transitan por ese paisaje desolador son igualmente ásperas, despojadas de humanidad, de simpatía.

Los hombres no son aquellos aventureros edulcorados, ni esos agricultores que con grandes trabajos sobreviven a un entorno hostil. Son vagos, maltratadores, asesinos ubicados en la base de la pirámide, solo por encima de los aborígenes, a los que mataban impunemente.

Las mujeres, protagonistas de la casi totalidad de los relatos, y sus perros, su única compañía leal, viven sus vidas con grandes dificultades, sin ayuda ni compasión, con el único recurso de la obstinación, su resistencia dolorosa, su ira incluso. Su soledad es absoluta, su supervivencia pasa por grandes y continuados trabajos en la soledad más absoluta. Sólo pueden confiar en sus perros.

Pienso que no es un libro fácil de leer, que es doloroso, pero eso mismo lo hace universal, precisamente por su falta de identificación con lo heroico, por esa descripción sutil, y a veces elusiva, del machismo, el racismo y la supremacía del hombre blanco llegando a todos los lugares inhóspitos del mundo para apropiárselos sin compasión.

Y así seguimos.