La herencia es irrenunciable
La herencia es irrenunciable y somos ante todo herederos de Marx. Por mucho que agrade o inquiete esta afirmación se verifica de manera constante a lo largo de casi dos siglos, no solo en las cruzadas conjuratorias que sobreviven todavía en sus más diversas versiones, sino incluso en los intentos por reafirmar su vigencia aceptando como tregua la caducidad de algunas de sus categorías para comprender las particularidades de los tiempos que corren.
Como dice Álvaro García Linera, leer a Marx hoy no es un afán melancólico, es un apremio. Sin embargo, cuando se trata de la herencia del marxismo, esa iniciativa con frecuencia se limita a la reactivación de una tradición que, entre la melancolía y la disputa por la legitimidad de la filiación, descuida dos aspectos fundamentales de ese legado que son los que permiten desplazar la pregunta ¿por qué Marx? a la pregunta ¿cómo leerlo hoy?
No se pueden leer las urgencias de una coyuntura prescindiendo del anudamiento teórico-político de una herencia que restituye, por un lado, una indagación sobre lo que entendemos por presente histórico cuando hablamos de ‘nuestro tiempo’ y, por otro posiblemente la cuestión más desatendida, qué significa leer.
Le debemos a Althusser el haber puesto en articulación estos dos problemas como problemas que el propio Marx había inaugurado: una teoría del tiempo histórico y una teoría de la lectura. Este libro es una apuesta por pensar el entrelazamiento entre herencia, lectura y temporalidad a partir del concepto de lectura política, categoría que a su vez demarca un aspecto específico-pero imprescindible- de la herencia materialista.
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