Mahler. Música para las personas
En un mundo estético amable, paradigma de la felicidad, pero consciente de su fragilidad, Mahler —el místico, el épico, el profético— fue víctima de esta dualidad sin solución. Su gusto por las expresiones musicales ligeras, su admiración oculta pero irresistible por el esplendor imperial y su relación con las altas esferas sociales y culturales durante su rectoría musical en Viena, hacen de él un hombre de mundo, un hijo de la alta civilización atrapado en la desgarradora dualidad de ser, a la vez, un hipersensible expuesto a las heridas de la crueldad del mundo y un solitario forzadamente marginado por carácter y herencia. Así, no sorprende que toda expresión mahleriana de lo feliz conlleva inseparablemente un acento lacerante.
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