Padre es un padre no roza, en mi lectura, ni remotamente el lenguaje tautológico que pudiera en simulación tocar. A ese título le entra de inmediato, apenas se despliega, una respiración, un énfasis, ternura, subjetividad, imágenes y emociones de infancia mas no infantiles. En este libro se abren muchas ventanillas de significación en vez de cerrarse como un cepo formal. Se distribuyen blancos en la página que piden detenerse, cavilar y adivinar. El «nosotros cercenado», disueltos y revueltos pronombres, masculinos y singulares – la baraja del yo, tú, él-, pone en el tapete escrito el juego revelador de rememorar, que juega a no revelarse. Un juego de escondidas, aliviamientos, que serán siempre encuentro y que irán ordenando sucesivas secuencias de un avenirse con irremontables cenizas.
ELVIRA HERNÁNDEZ