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¡Para “el buen vivir”!
Es nítido que, a medida que el neoliberalismo se fue imponiendo, el poder económico, junto con manipular y aprovechar el avance tecnológico, fue sometiendo el accionar del poder político a sus intereses y reduciendo la organización de la sociedad a su concepción de la economía.
Esta revolución, en los hechos, ha distorsionado el concepto del poder de una manera tal que ha consolidado gravísimos efectos sociales evidenciados en abusos, sufrimientos y atropello a la dignidad de las personas. Tal distorsión implica aceptar que la autoridad política que corresponde al Estado ha sido sometida a un “poder fáctico” que, en definitiva, es lo que es el “poder económico”. Así, se afecta a la democracia, porque la elección del poder político cada día se aprecia como un acto más bien “formal”, ya que el Gobierno, el Parlamento y la Justicia, aunque algunos personeros intenten resistirse, terminan siendo influidos y hasta subordinados a los dictados de los grupos que poseen el “poderío económico”.
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