Podría decirse que ya su alma era de pólvora
Estos ensayos establecen anudamientos infraordinarios entre hechos de la cultura que han legitimado un gran relato patriarcal –carcelario, blanco, nacionalista– a fin de desmontar algunas de sus partes por medio de imágenes consideradas menores –las ninfas, la profecía, el chisme, el atletismo. Narraciones hechas de nudos con la intención de generar un vaivén, una frontera porosa entre hechos considerados provenientes de historias muy distintas. La memoria feminista es enmarañada: superpone, urde, vincula. Entre las ninfas y nosotras, la historia de una palabra se repliega en miles de lenguas. Hasta que brota. Ni las ninfas, ni las trías, ni las musas, ni las pitias, ni las diosas, ni las brujas, fueron nunca abstractas ni etéreas. Todas fueron saber. Están entre nosotras. Somos ellas. Es necesario arrebatarle a accidente los mundos ancestrales y restituirles su propia antigüedad, que no es clásica. Volver al momento antes del enorme discurso que llamamos Modernidad y buscarnos en la mirada de las ninfas. Desmantelar el gran proyecto de la razón para hallar en sus pliegues a la sacerdotisa y su palabra antes del aplanamiento de la vida, las lenguas y los fuegos. Los roces entre acontecimientos infraordinarios producen chispas que pueden alcanzar muy altas temperaturas. Crepitando entre ellas se halla una profecía. Son fuegos minúsculos y de muy corta duración, pero la química del fuego hace su trabajo
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