La mente de Tom Raworth ha sido desde el principio rápida como una comadreja, directo
al grano, un registro intenso de palabras disparadas en completo dominio de sus dardos.
Estos movimientos son tan extraños que no dejan residuos alrededor de las orillas ni
nubes alrededor del centro. Es muy difícil asociarles un autor u opiniones directrices
porque el retrato no tiene esos oscuros borrones temperamentales. El temple a lo largo de
toda una vida de trabajo es el de una estricta precisión de pensamiento y de acústica. El
oído como un todo, con un ingenio que alterna amargura, generosidad y una resistencia
total a la autopromoción, te dice actúa.
El lector casual de estos colores iridiscentes dispuestos sobre la página puede tener la
impresión de lo momentáneo, el transcurso de lo que sucede y la extrañeza propia de una
vida; pero una mirada más atenta descubrirá generosidad en el corazón de lo hilarante y
una constante nobleza de propósito. Seguramente no se trata de algo excelso ni
grandilocuente, sino de nobleza de origen y, mediante indicios, operativa incluso donde no
es declarada, y especialmente allí. Estas palabras tienen algo que hacer en todas partes no
para ser retenidas o arrojadas, sino porque son ciertas línea por línea en su ordenamiento,
toscas, duraderas y rebosantes de las virtudes de la musa.
J. H. PRYNNE
De entre los poetas de verdad grandes, Tom Raworth es un caso singular: el corpus de su
obra está marcado por el igualitarismo de la minúscula, completamente inspirado y libre
de afectación literaria, implacable en la completa aniquilación de la solemnidad y el
sentimentalismo. De todo el parloteo de la noción del poeta como una radio, Tom
Raworth, quien jamás hizo el más mínimo ruido sobre el hecho, es quien captaba la señal
en su estado más puro.
MILES CHAMPION Tom Raworth.
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